Nada más llegar a la estación de Seúl, lo primero que vimos fue una gran multitud de personas en la calle en una especie de manifestación, con megáfono incluido y algún que otro grito reivindicativo (imagino). Nuestra amiga nos comentó que se trataba de una de las tantas protestas que vimos en relación al, en ese momento, reciente accidente del ferry. Sólo lo vimos en el tramo que separaba salir de la estación y seguir escalera mecánica abajo para coger el metro.
Fue una extraña sensación tener esa imagen aglomerante los primeros segundos que pisábamos Seúl, además con motivo de un tema tan serio y delicado como ese. Fue como una forma realista de darnos la bienvenida, como mostrando de primeras algo que no se suele creer que te encontrarás cuando te vas de vacaciones. Seúl no era una idílica ciudad perfecta, aquí también tenían sus problemas y lo habíamos podido comprobar nada más pisarla.
![]() |
Ya faltaba poco para llegar! |
Nuestro objetivo era llegar a Windroad Guesthouse en Jongno-gu, donde pasaríamos las próximas 9 noches. Para ello cogimos la línea 4 del metro y nos bajamos en Hyehwa, desde donde andando unos 5 minutos. Por aquí podía notarse el ambiente juvenil debido a las universidades de los alrededores; tiendas, restaurantes, y millones de cafeterías. Pero ya volveremos a este punto en un futuro capítulo donde explicaremos más detalladamente por qué nuestro primer barrio en Corea fue uno de nuestros favoritos.
Una vez en la Guesthouse, que no era más que una casa grande reformada y habilitada para ello, la dueña nos hizo el check in después de enseñar la reserva y darle un pasaporte para que tomase los datos, o algo. Pagamos, nos enseñó nuestra habitación y nos explicó las cosas básicas de las que disponíamos ahí. Acomodamos nuestras maletas, nos dimos una ducha y fuimos a dar una vuelta con nuestra amiga. A pesar del cansancio algo había que hacer la primera noche en Seúl.
Tomamos nuestro primer autobús dirección a no sabemos donde, pues nuestra amiga era la que guiaba y sólo la seguíamos donde ella decía. Lo más curioso del autobús era que no sólo había que pasar la tarjeta cuando entras sino también cuando sales, algo de lo cual no estábamos acostumbrados en los autobuses.