viernes, 6 de febrero de 2015

Next Corea | Capítulo 1: Llegando a Corea del Sur

Maletas hechas, alojamientos reservados, se acercaba el día del vuelo... Todo estaba listo. No había marcha atrás. A pocos días del viaje la inquietud que nos invadía era bastante importante, tan importante como el viaje que estábamos a punto de realizar, ese viaje que tanto llevábamos preparando se iba a materializar en experiencias.

Llegó el día 22 de Julio, y con ello empezó nuestra primera gran odisea: Llegar a Corea del Sur en un viaje que duraría más de 30 horas. Sí, demasiadas horas, pero merecerían la pena.

Partimos por la noche desde nuestra ciudad, Sevilla, dirección Madrid, pues el vuelo salía de la capital por la mañana y nos desplazábamos hasta allí en autobús. 6 horas aguantando el movimiento constante del bus por carretera, a una velocidad más propia de la Fórmula 1 que de un viaje normal y rutinario. Pero llegamos. Eran ya las 8 de la mañana, estábamos en el aeropuerto, sin haber dormido en toda la madrugada, despiertos entre nervios y emociones; ya habíamos superado el primer pequeño tramo del viaje.

Hasta las 11.30 no salía nuestro vuelo, así que debíamos pulular por la terminal, matar el tiempo que pasaba más lento de lo normal. Después de facturar maletas, llegó la hora de embarcar, todo debía salir perfecto, pues aún faltaban más de la mitad de nuestro trayecto.

Esperando en el aeropuerto de Madrid con el único entretenimiento de ver llegar y salir aviones.
Fueron 4 horas desde Madrid hasta Estambul. Vuelo tranquilo. La comida estaba buena, nos sentó como si lleváramos semanas sin comer. Una vez bajamos del avión el espeso calor de Turquía te daba la bienvenida. Pasamos directamente, sin pasar ningún control, a la terminal donde todos esperaban sus respectivos vuelos y nosotros nuestra esperada escala a Corea del Sur. El problema era que eso no ocurriría hasta dentro de 7 horas. Estas iban a ser las 7 horas más lentas de nuestra vida. El ambiente era muy distinto al del aeropuerto de Madrid, el choque cultural aquí ya era palpable, destacando la imagen de ver a algunos de los que estaban esperando rezar arrodillados en ciertos momentos.

Todo estaba ultra caro (como en cualquier aeropuerto), pero había hambre y nuestro siguiente objetivo fue buscar un lugar donde cambiar unos pocos euros en liras turcas, para así comer algo y hacer un poquito más amena la espera. Después de dar mil vueltas, una amable mujer nos llevó hasta un lugar donde cambiar. Una vez con liras turcas en nuestro poder sólo había que buscar algo para refrescarnos o comer.

Optamos por una máquina de refrescos, la cual no le daba la gana aceptar nuestro recién adquirido billete turco. Después de varios intentos, un señor de la limpieza del aeropuerto se acercó a echarnos una mano. Una y otra vez, y una vez más, y mil intentos más, pero nada, seguía escupiendo el billete.

Cuando intentamos decirle que no importaba, que ya buscaríamos otra cosa, en el intento un millón aceptó el billete y sacamos unos refrescos. La paciencia de este señor de la limpieza era infinita, además de su temple, su tranquilidad para introducir tantas veces el billete, ser rechazado y seguir intentándolo. Fue una imagen un tanto peculiar y cómica; ahí estábamos pensando que se pasaría las 7 horas de nuestra espera introduciendo el billete. Apuesto a que si nos hubiéramos ido, al volver de nuestro viaje a Corea aún seguiría ahí, con su misma tenacidad, e impasible ante la máquina que no iba a dominarle.

Nuestras únicas liras turcas que luego convertiríamos en comida y refrescos.
Ya alimentados solo nos quedaba esperar y seguir esperando. Estuvimos sentados y tumbados tratando de descansar un poco, pero nos fue imposible. Cuando ya parecía que nuestras últimas horas las pasaríamos tan aburridos como las anteriores, conocimos a un par de mujeres mucho más mayores que nosotros y una joven chica aproximadamente de nuestra edad, españolas. Las dos mujeres se dirigían a China y la joven a Singapur. Pero se dio una casualidad que hizo que el tiempo que nos quedaba esperando fuera más entretenido, la chica era muy fan y le encantaba todo lo relacionado con Corea del Sur, y además... ¡estaba aprendiendo el idioma! Una pena que su destino fuera Singapur y no Corea, hubiéramos tenido una muy buena compañera de viaje. De todos modos la compañía que habíamos encontrado en un momento así valía oro y a partir de ahí todo fue compartir inquietudes, risas, nervios, etc. Nuestra salvación para el aburrimiento. Aunque cada uno con su destino, la situación que todos vivíamos de eterna espera era igual para todos.

Después de bastantes horas, se iba acercando el momento de ir comprobando las pantallas de los vuelos para saber cuando y por que puerta debíamos embarcar. En ese momento empezamos a pensar negativamente, que nuestro vuelo se cancelaría y que nos íbamos a quedar tan cerca de comenzar de verdad el viaje... Pero no, finalmente cambió, nos despedimos de nuestras compañeras de espera que también se dirigían a sus correspondientes puertas de embarque, y nos dirigimos a la nuestra.

Aquí misteriosamente el tiempo ya pasaba más rápido. Esperábamos sentados cerca de la puerta mientras iban llegando coreanos que también tomarían ese avión. Nuestra alegría se notaba, a pesar del sueño, la euforia nos mantenía activos. Curiosamente vimos a uno de los coreanos, algo mayor y que estaba con su familia, llevando puesta una camiseta blanca en la cual se podía leer "I love Sevilla", adornado con un dibujo de La Giralda. Andábamos ya muy lejos de casa, pero parecía que una parte de casa iba a acompañarnos en el largo vuelo que nos esperaba.

Por fin...
Y llegó el momento de embarcar. Unas 10 horas de vuelo, una comida y un desayuno.
Creíamos que aquí por fin podríamos descansar algo, pero nada, seguíamos en las mismas excepto por alguna cabezadita espontanea. Hacíamos tiempo viendo alguna película o escuchando música, aunque la mayor parte del tiempo observando el mapa con el recorrido que aún nos quedaba hasta nuestro destino. 

Amaneció mientras volábamos, y con ello llegó el desayuno. Más tarde nos repartieron un extraño papelito con el que no contábamos. Había que rellenar un cuestionario con nuestros datos, los motivos de nuestro viaje, etc., además de una especie de declaración de cosas prohibidas que no llevábamos. Papeles que debíamos entregar a la hora de pasar los controles en el aeropuerto.

Aterrizamos en Incheon, el clima estaba bastante nublado pero eso no nos aguaría la fiesta. Pisando ya el aeropuerto solo quedaba pasar el control y rezar por que nuestra maleta no se hubiera extraviado. Antes había que cruzar al otro lado del aeropuerto en un tren dispuesto para ello, pero como no teníamos ni idea hacía donde dirigirnos simplemente seguimos a las masas, a los que en ese momento aquí ya eran tan extranjeros como nosotros.

El control consistía en comprobar nuestros datos en un ordenador, que pusiéramos los pulgares en un escáner y que mirásemos a una cámara para sacarnos una foto. Oficialmente ya estábamos en alguna base de datos de Corea del Sur como visitantes hasta un plazo de 3 meses.

Las maletas esperaban dando vueltas en la cinta, solitarias. Eramos de los últimos, pero igualmente Corea no iba a ir a ninguna parte. Ya en la terminal cerca de la entrada, salimos fuera para comprobar que por fin podíamos decir eso de: ¡Estamos en Corea del Sur! El viaje más largo de nuestra vida empezaba a tener sentido.

Aún en la terminal, esperábamos a una amiga coreana que nos iba a ayudar a llegar a nuestro alojamiento y con la que más tarde daríamos una vuelta por Seúl. Pero eso es otra, aún quedaba llegar a la ciudad donde pasaríamos la mayor parte del tiempo. Mientras esperábamos cambiamos nuestros primeros euros en wons.

Nos sentíamos como ricos, pero no era para tanto.
Nuestra amiga llegó, tomamos el tren que va desde el aeropuerto de Incheon a la estación de Seúl. Barato y fácil de coger, no tiene pérdida, pero antes había que comprar el T-Money y recargarlo. Una vez hecho esto ya íbamos dirección Seúl, es decir, otra hora más añadida al contador de horas esperadas hasta nuestro destino. A estas alturas estábamos acostumbrados. Fue un tramo ameno, pues entre que podíamos deleitarnos con los paisajes que recorría el tren y la conversación con nuestra amiga, se nos pasó volando.

Finalmente llegamos a la estación de Seúl y ahora sólo quedaba llegar a la Guest House...



Os dejamos con el video ilustrativo de este primer capítulo de Next Corea, no es mucho pues faltan bastantes detalles que no se grabaron, pero al menos que sirva para compartir un poco mejor nuestro viaje:

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