domingo, 4 de junio de 2017

Next Corea 2 | Capítulo 7: Alojamiento en una Goshiwon


El check-out en la guesthouse era sobre las 11. Hicimos la poca maleta que deshicimos en un día y nos despedimos de Patio 59 hasta un futuro viaje. Con sus más y sus menos siempre será un alojamiento al que le guardaremos cariño.

Aprovechamos el desayuno gratuito: tostadas con mantequilla o mermelada y café. Dejamos una nota de recuerdo en una de las paredes, donde había decenas de notas de personas que habían pasado por aquí y también había sido especial para ellos. Y nos fuimos.

Con el desayuno tomado era hora de partir de Patio 59

Nuestro objetivo estaba a unos 15 minutos andando. Ese día el calor era infernal y cargar con las maletas no ayudaba a que fuera un agradable paseo. Memorizamos el mapa para saber la calle exacta pero no la veíamos por ningún lado. Finalmente miramos hacia arriba y vimos el cartel que decía: 로얄고시텔, decir, Royal Gositel. Había que entrar desde un pequeño callejón lateral. La cosa pintaba cutre desde un principio. Lo bueno era que como nuestras expectativas estaban tan bajas como el precio que estábamos dispuesto a pagar por un alojamiento así.

Aún teníamos varias situaciones que superar. Lo primero fue el reto más grande del viaje, la barrera del idioma. Normalmente, en alojamientos convencionales, es fácil comunicarse con el staff de la guesthouse, hostal u hotel, dominan a unos niveles mínimos el inglés, y aunque el nuestro no sea muy bueno, la relación cliente-alojamiento es simple y directa, nunca hay problemas. Aquí la cosa cambia puesto que estos alojamientos no están muy enfocados a turistas extranjeros.

Royal Goshitel, en las plantas 2 y 3, y en el callejón de poca confianza más cercano

Suerte que la casera ya venía avisada de nuestra llegada, ya que nuestra amiga coreana llamó por teléfono y dijo que llegarían dos españoles a su Goshiwon, aunque eso no implicaba que estuvieran reservándonos el hospedaje. Al menos no se sorprendió tanto de nuestra llegada y lo primero que quiso dejar claro fue que no hablaba muy bien inglés.

Aunque podíamos comunicarnos en lo básico, para no dejar cabida a ambigüedades lingüísticas la solución más fácil fue contactar con nuestra amiga coreana y que ésta hiciera de intermediaria entre la casera y nosotros. Así que el cuadro era el siguiente: nosotros hablábamos con nuestra amiga por teléfono, le pasábamos el teléfono a la casera, recibía el mensaje, respondía en coreano, nos devolvía el teléfono y recibíamos la traducción. Y así sucesivamente. 

Momento decisivo hablando con nuestra amiga, ¿habrá o no habrá habitaciones?

Esta situación de interpretación telefónica sólo para asuntos más delicado que requerían más nivel de concreción, como preguntar alguna duda específica del alojamiento y sobre todo, regatear el precio final de las dos habitaciones que íbamos a alquilar.

Y ahí vino la otra cuestión a superar. No tenía dos habitaciones de las baratas, e íbamos a tener que pagar un poco más de lo previsto. Insistimos por si había alguna solución o hacía alguna rebaja. Desde el principio son hizo una rebajita en la habitación cara, pero una rebaja demasiado pequeña. La diferencia realmente era que una tenía ventana y otra no. Aunque la que no tenía ventana era mejor en la distribución del espacio (si se le podía llamar espacio a eso). Total, lo que ganaba una habitación en una característica, la otra lo perdía en otra cosa. Casi iguales pero el precio detonaban la diferencia.

Aquí la que no tenía ventana. Un trastorno continuo por falta de luz y espacio, pero bien.

Otra opción que nos ofreció la casera era una habitación para dos personas, pero sin camas… Descartamos rápidamente, aunque si hubiéramos tenido futones para dormir en el suelo quizás no hubiera sido una opción tan descartada.

Antes de decidir nada volvimos a hablar con nuestra amiga, y ésta habló por teléfono con la casera por si existía la posibilidad de una rebajita más. ¡Bingo! No sé cómo lo hizo, qué le diría exactamente, pero consiguió que nos rebajara la habitación de la ventana al precio de la barata. Puedo suponer que al ver que estábamos muy dudoso por lo que vimos, y que por teléfono nos dijo un mismo precio para dos habitaciones, quería asegurarse ya el alquiler de las dos que le quedaban libre antes de que nos fuéramos a mirar otros alojamientos.

Por fin lo conseguimos. Cada habitación nos contó unos 230.000 won, algo así como 186 euros el mes. En principio la del precio más alto iba a ser 270.000 won y conseguimos rebajar 40.000 won. Estábamos muy contentos, deseando empezar a adaptarnos y cogerle cariño a nuestro diminuto zulo.

Una de las duchas

El resto del alojamiento o las zonas comunes las vimos cuando nos enseñó las habitaciones. Todo separado entre hombres en la planta de arriba y mujeres en la de abajo, estando la cocina también abajo para todo el alojamiento. En la cocina teníamos aparatos para cocinar lo que quisiéramos, y sobre todo… ¡¡siempre teníamos arroz y kimchi gratis!! Algo que lo agradecería de vez en cuando nuestro estómago y nuestra cartera. 

Por otro lado el baño estaba separado entre las dos duchas en la zona de las habitaciones, y el lavabo y váter en la parte de las escaleras. Si es que se le podía llamar váter a cagar de cuclillas en un especie de inodoro de suelo... Bastante incomodo, pero te acabas acostumbrando.

Allí el kimchi y el arroz gratis se sentía como un lujo

Además de los baños y la cocina, teníamos la lavandería, o mejor dicho, 2 metros cuadrados donde había una lavadora y un tendedero para todos. Y ahí empezó el último reto del capítulo. Poner una lavadora coreana, con todo totalmente en coreano. Hicimos los primeros intentos tocando los botones por intuición. La cual fue una intuición bastante fallida cuando eso empezó a pitar y no sabíamos por qué. Antes de que desprogramáramos el aparato o que nos cargáramos la ropa, fui a preguntar a la casera, aunque en ese momento no estaba, así que contacté por mensajes con nuestra amiga coreana, y pasándole fotos de la lavadora y los botones me fue diciendo que significaba cada cosa.

Cabe destacar que absolutamente todos los carteles que habían escritos en las distintas zonas comunes del alojamientos estaban escrito sólo en coreano, por lo que había muchas normas que desconocíamos o instrucciones básicas que no podíamos entender. Fue una aventura venir a un alojamiento tan alejado de los hospedajes tradicionalmente turísticos y adaptarnos a esto, pero nos dio una visión distinta, una experiencia de inmersión única que aún no habíamos vivido en Corea del Sur.

Lavadora coreana que conseguimos dominar

Es cierto que la calidad de estos alojamientos suele dejar mucho que desear, o al menos en éstos tan baratos. Que por otro lado, la baja calidad es compensada por el bajo precio. Calculando cuánto nos costaría el día, vimos que nos salía a 6,2 euros la noche. Una pena que sólo se pudieran alquilar durante un mes. 

No veo muy recomendables estos alojamientos para viajes cortos, o para los que viajen por Corea desplazándose todo el rato, o para los que busquen grandes comodidades con habitaciones grandes. Por el contrario, sí es recomendable para viajeros que, como nosotros, también disfruten de estar mucho tiempo en una misma ciudad y centren su tiempo de ocio en otras experiencias. O simplemente para viajes largos, en un mismo sitio, de presupuestos muy cortos. Todo lo que ahorramos gracias a este alojamiento lo podíamos usar comiendo rica comida coreana, saliendo de fiesta, o dándonos algún capricho. En definitiva, la recomendación de estos alojamientos dependerá del tipo de viajero que seas, tus prioridades y de lo ajustado que sea tu presupuesto.

Claro, cumpliremos tooooodas esas normas que no podemos entender...

Tras el éxito de la lavadora, tocaba la aventura del siguiente capítulo: encontrar dónde cambiar dinero y comprar una almohada en Seúl.



Vídeo del capítulo 7:

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