El día comenzó con la necesidad básica de ir a cambiar dinero, ya que íbamos cambiándolo semanalmente según nos hacía falta, y acabó siendo el día en el que comimos Beondegi, es decir, crisálidas de gusanos de seda…
Como siempre para estas cosas de cambiar dinero, nos dirigimos al barrio de Myeongdong, donde aprovechamos nuestra visita para echar un vistazo al famoso edificio religioso del barrio, la Catedral de Myeongdong.
La Catedral de Myeongdong
Un pequeño vistazo turístico y a continuar nuestro objetivo. La cosa estaba peor en cuanto al cambio de dinero que estábamos encontrando en esta ocasión, no sé si sería por la hora que era, los sitios donde estábamos mirando, o qué, pero tuvimos que conformarnos con lo que había. Eso sí, tampoco era tanta la diferencia, así que cambiamos rápidamente y fuimos a por nuestro siguiente objetivo de la noche.
Separados al nacer
Improvisamos un nuevo plan que comenzaba por dirigirnos a unos de los parques del río Han. Como sabéis el río Han es el que pasa y divide la ciudad en dos, y a lo largo de su ancho cauce se pueden encontrar numerosos parques y zonas de recreación. Entre los 23 puentes que comunican las dos mitades de la ciudad encontramos uno con especial fama, con un aliciente para ser visitado que no tienen los demás. Estamos hablando del popular puente Banpo y su parque.
Empezamos nuestro trayecto hacia el parque un poco mal, puesto que nos perdimos encontrando el acceso. Fuimos en metro y hubiera sido más fácil ir en bus porque nos dejaba justo en el puente. Tras varias vueltas y rectificar nuestro rumbo, llegamos.
Es un poco más decepcionante de lo que se espera, pero está guay
Aunque a simple vista puede parecer un puente normal, excepto porque es un puente doble, el interés en él reside en su sistema de fuentes y luces LED, creando un espectáculo de agua y luces único, haciéndolo una atracción turística. Pasamos un rato sentado junto al río contemplando esa colorida panorámica. La orilla estaba llena de otras personas que venían aquí a echar la tarde, a relajarse y pasar un buen rato frente al puente.
De este parque el puente Banpo no era el único punto de interés. Cerca de este hay un complejo cultural formado por tres pequeñas islas artificiales llamado Some Sevit. Nos acercamos para ver más de cerca estas islas y pasar por ellas. Alrededor de ellas hay más luces LED, para sumar espectacularidad a la panorámica junto al puente y el río. Aquí existe la posibilidad de alquilar un tipo de barcas circulares para dar un bonito paseo por esta parte del río.
Barcas circulares para dar un paseo
Salimos de allí y empezamos a caminar por el parque. Más allá de la zona del puente Banpo la zona empieza a dejar de tener interés, así que tocaba elegir un segundo plan improvisado que no estuviera muy lejos de allí.
Ya que estábamos por el río Han, pensamos en ir a otro de sus parques que quizás ofrecería algo más de entretenimiento. Cogimos el metro y nos acercamos al parque Yeouido, esta vez sin pérdida, pues el metro tiene una parada junto al río y al puente Mapo.
Suerte tuvimos, ya que justo esos días se estaba celebrando allí un evento de Food Trucks, así que nos encontramos con un montón de camiones de comida vendiendo su especialidad junto al río. El ambiente estaba mucho más vivo que en la zona del otro puente, hasta con música y actuaciones.
El Food Truck de CHURRO MAN
Echamos un vistazo a los camiones y elegimos un perrito caliente y patatas con salsa. Para pagarlo no se hacía directamente, sino que había que intercambiar el dinero por unas fichas en un puesto de cambio, y pagar la comida con eso. Llegamos justo a tiempo, ya que casi todos los camiones estaban ya cerrando la cocina a esa hora.
Nos sentamos en unos escalones a comer nuestra cena y a pensar cómo íbamos a terminar este día tan improvisado. La conclusión fue terminar el día tomando un postre muy especial… comer unas crisálidas de gusanos de seda hervidas llamadas Beondegi. Esta delicatessen de la gastronomía coreana es vendida en muchos puestos callejeros a un precio muy bajo y casualmente junto a la salida del metro había uno.
He aquí el puesto, con sus beondegis listos para ser servidos
Antes de nada nos aprovisionamos de unas bebidas burbujeantes para que nos quitase el mal sabor de boca que podríamos tener mientras lo comíamos. El vasito de beondegi es barato, 2000 won. Lo compramos y nos sentamos en la mesa del supermercado donde compramos las bebidas.
Empieza el reto del asco… Vale, ya lo habíamos probado un poco en 2014, pero no recordábamos que dejara tan mal sabor de boca y alguna que otra arcada. Y lo peor es que realmente no estaba del todo malo, sino que el “asco” viene de la sensación psicológica de comer un “bicho”, además del sonido al masticarlo. No niego que pueda ser algo delicioso para los coreanos, pero para nosotros aún significaba un choque cultural gastronómico.
Ñam...? No.
Nos comimos varios y dejamos el resto. Nos apresuramos a coger el último tren y volvimos a casa. Otro día más que se acababa entre los pocos que nos quedaban para seguir disfrutando de Corea del Sur.
Vídeo del capítulo 14:
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